viernes, 13 de mayo de 2011

Proud Mary

Proud Mary

Ondeando las crines al viento, reconoce Mary que hacía tiempo tenía ganas de atravesar ese parque, de volverse verde musgo o verde lima, jugar a desaparecer un rato, o una vida, que lo mismo da.
¿Quién sobrevaluó tanto al amor? Su duda casi parece cómplice de ese caos existencial que se alojaba bajo los instintos del querer, de encontrarse amarrada a un navío que no cambia.
Piensa Mary que las mieles del compromiso le dan gracia, y que volvería trotando a su casa, la de siempre, para arañar esos sueños Susanita, para vitorear luego, sentada como un gato en el tejado, que es libre y que se reconoce en las hojas que caen y se van y vuelven, y así eternamente.
El anonimato es de las cosas que sólo están y con eso basta. Como un durazno que pende en soledad, lo estático de los postes, las caras de la luna. Cuánto quisiera Mary contar con la dicha de dos caras, para camuflarse de vez en cuando, para dejar de ser, para aflojar la cincha que presiona, para patear el tablero, para ver y no ver.
Si hoy es un pésimo día para dejar el cigarrillo, lo es cualquier otro; lunes o miércoles o domingo. Observa sus largos dedos, y piensa Mary que ese delgado veneno humea sin combustión, como un guiño de demonio prometiendo que el infierno es una certeza, pero que se sobrevive.
La noche esconde sombras, y la mujer comprende que en todas ellas está aquel hombre, inconfundible y torturante, angustioso y lejano, ciertamente punzante como el amor. Lo presiente Mary en el recuerdo silencioso, en los sonidos muertos luego de haber existido, en el nombre que ya no será cualquier otro nombre.
Ese instante en que la rueda parece detenerse para dejarte que subas, a vos, sí, pasó muy rápido y los dos nos perdimos.


Entonces, Mary, que es ella y es una, aborta lo formalismos porque miró de refilón y arruinó todo en un instante; en ocasiones, es demasiado el riesgo de racionalizar lo que esconde una sonrisa.
Comprende Mary que es tiempo, que la noche termina, y con ella sus licencias de ojos de zorro amaestrado, porque no hay dueño, porque no hay a donde volver.
Ya llega el hastío del día febril y atroz; el amor que florece entre las calles, en gente sin nombre, aquellos que no han visto morir nunca una estrella, y es entonces cuando sospecha que su mundo es mas pequeño, que cabe solo una sola rosa.
En algún momento llegará el fin, y con ella las irrealidades de saberse un par de zapatos viejos arrojados por ahí o una esmeralda sin hallar o un cuerpo que nadie exploró. Lo mismo da.
Orgullosa Mary, avanza hacia el horizonte, arrastrando tras de sí sueños como cola de alacrán, surcando su camino, buscando de nuevo el traje de humano normal, lo mismo de siempre, en la calle y en el amor. 

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Mujer con sombrilla (Claude Monet, 1886).

2 comentarios:

  1. Bienvenida al mundo Blogger, Fleurr!! :)

    No hay duda de que tienes mucho para aportar, porque esta poesía en prosa me encantó. La frase: "...en ocasiones, es demasiado el riesgo de racionalizar lo que esconde una sonrisa..." es para enmarcarla. :D

    Felicitaciones por tu nuevo blog y, bueno, ya tienes un perseguidor..., quiero decir, seguidor que estará atento a cada una de tus publicaciones. ;D

    Un beso.

    Calavera.

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  2. ¡Gracias George! Me alegra mucho verte por aquí, de a poco ire subiendo cosas que escribo, pinto, junto con cosas que me gustan etc. Asi que nos leeremos seguido =) Ya voy a publicar en TSK para el que tenga ganas de pasar. ¡Besos!

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